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José Antonio Viera-Gallo, a 34 años del triunfo del No: “No se puede pensar en una Concertación 2.0”

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Agencia Uno
POR Manuel Izquierdo |

En conversación con PAUTA, el exministro y militante histórico del Partido Socialista asegura que “es necesario imaginar una centroizquierda que sea un eje fundamental de la articulación del progresismo” y propone su mecanismo ideal para el futuro del proceso constituyente.

Hace 34 años, José Antonio Viera-Gallo (PS) esperaba ansioso en el Hotel Galería los resultados oficiales del Plebiscito del 5 de octubre de 1988. Resultados que, recuerda, Alberto Cardemil -encargado de hacerlos públicos- “retardaba todo lo que podía”, pero que el comando del No manejaba de forma extraoficial debido a otras fuentes.

Durante la campaña, había estado a cargo de reclutar y capacitar a los apoderados de mesa de todo el país. “Fui a varias regiones, y cuando me tocó ir a la provincia de Arauco pensé que no iba a llegar nadie a la formación de apoderados, pensaba que la gente iba a estar muy asustada. Cuando vi que empezaban a llegar los campesinos, a veces mapuche o no, y eran muchos, yo pensé ‘este Plebiscito se ganó, porque la gente perdió el miedo'”, cuenta.

Viera-Gallo rememora que, ese día, el conglomerado veía que los resultados eran favorables al No “y no los daba el Gobierno”. La primera señal positiva, dice, “fue el general Fernando Matthei entrando a La Moneda, cuando dijo ‘ha ganado el No’. Y, después, Sergio Onofre Jarpa en un programa de televisión afirmó lo mismo. A esa altura, ya el gobierno de Pinochet empezó a entregar los resultados”.

“Cuando ya se supo del triunfo, la sensación era una mezcla de satisfacción, de felicidad, porque se terminaba una etapa, pero al mismo tiempo de mucha responsabilidad y, también, de mucha preocupación en el sentido de que las cosas fueran a transcurrir dentro de los cauces legales”, declara.

En entrevista con PAUTA, el abogado, académico, exministro, exembajador y militante socialista recuerda los hechos que acompañaron al Plebiscito de 1988, analiza la transición hacia la democracia y reconoce las deudas que dejaron los gobiernos de la Concertación. Además, plantea su mecanismo ideal para el futuro proceso constituyente. 

La transición, la centroizquierda y las nuevas generaciones políticas

Tras el triunfo del No en el Plebiscito de 1988, comenzó a articularse una centroizquierda unida en torno a acuerdos y a un proyecto país. ¿Cuánto de eso queda hoy?

“El desafío era muy grande, porque se trataba de vencer en el Plebiscito y después empezar un proceso de cambio político, principalmente, hasta el restablecimiento de la democracia […]. Además, el desafío era muy grande, porque el general Pinochet seguía de comandante en jefe del Ejército por ocho años. Entonces, había que establecer un gobierno democrático, que fuera democratizando el país, reformar la Constitución, hacer elecciones democráticas, entre otras cosas. Todo eso, con Pinochet en la comandancia en jefe del Ejército […]. Como era muy grande el desafío, eso era un factor de unidad muy fuerte, porque la responsabilidad era muy alta y no se podía fracasar”.

“A medida que el país fue normalizándose volvimos a una dinámica política más flexible, más libre. Y eso, al menos en lo que se refiere a la propia Concertación, fue agudizando con el correr del tiempo diferencias y tensiones, no tanto entre un partido y otro, sino a la interna de los partidos”.

La amistad cívica dentro de la coalición, comenta, “se forjó en el periodo dictatorial. En la Unidad Popular hubo una fractura muy fuerte entre la izquierda y la Democracia Cristiana. Y, dentro de la izquierda, hubo una disputa permanente, dura, entre comunistas y socialistas […]. Entonces, llegamos al 11 de septiembre [de 1973] muy tensionados, muy conflictuados”.

“Cuando esas fuerzas comienzan a sufrir la represión, se van encontrando en la defensa de los derechos humanos y las libertades públicas, en el exilio, y en las tareas de oposición al régimen militar. Es en ese escenario tan adverso que se forja una relación muy estrecha, que viene a ser el cimiento de la Concertación después […]. Quienes vivieron la experiencia del régimen militar, a pesar de las diferencias que puede haber hoy día, subyace una relación humana fuerte”, agrega.

Eso se reflejó más adelante, dice, en lo que se llamó el “partido transversal”, en que había “un grupo de dirigentes políticos que sentían que su principal responsabilidad era con el Gobierno más que con la camiseta de su propio partido”. 

José Antonio Viera-Gallo evalúa positivamente los años en que gobernó la Concertación: “Ese periodo marcó mucho a la sociedad chilena, y permitió enormes progresos en el campo económico y social. Evidentemente, nada es para siempre y todo tiene su ciclo. Hoy vivimos una etapa diferente”.

En esa línea, plantea que “el tipo de misión o tarea que la nueva generación que dio origen al Gobierno del Presidente [Gabriel] Boric tiene entre sus manos, siendo para ellos muy importante y exigente, no es lo misma, porque la democracia ya está asentada […]. Es muy difícil comparar un periodo de normalidad democrática con un periodo en que se viene saliendo con mucha dificultad de una dictadura que fue muy difícil y produjo en sectores muy amplios de la población mucho sufrimiento”. 

En entrevista con PAUTA, Cristián Warnken afirmaba que creía que “la Concertación fue un momento en que la izquierda había aprendido de la derrota. Y era una generación joven, como la del Frente Amplio. Pero ellos fueron más humildes, no pensaron que ellos estaban partiendo desde cero, no había esa soberbia que hay ahora”. ¿Comparte el análisis de Warnken?

“Concuerdo con su análisis. Pero añadiría que esa generación, la mía, cargaba con una culpa, porque había gobernado con Salvador Allende. Entonces, no es que esa generación llegó sin tener una experiencia de gobierno, sino que participó en un gobierno y el país terminó en una encrucijada dramática que concluyó con el golpe militar.

“Entonces, esa generación, desde el día mismo del golpe, se empezó a preguntar por qué pasó, qué se hizo mal, qué pasó, de qué no fuimos capaces. Esa reflexión duró muchos años y las conclusiones no fueron iguales”.

El sector que actualmente está en el Gobierno ha sido particularmente crítico con los “30 años” y con la gestión de la Concertación. ¿Cómo mira esa crítica?

“Yo me explico perfectamente la crítica, porque esa generación joven que hoy está en el Gobierno no vivió la dictadura, la vivieron sus padres. Si bien pueden haber escuchado en sus casas relatos de la dictadura, no es lo mismo que haberla vivido en primera persona. Cuando ellos se rebelaron, sobre todo como estudiantes universitarios, se rebelaron contra el gobierno que existía, que era el de la Concertación. Ellos tenían que poner todo el énfasis en criticar lo que había”.

“En el caso de nuestra generación, cuando nacimos a la vida pública, en torno a los sectores más rebeldes de la Democracia Cristiana, nuestras banderas eran contra Eduardo Frei Montalva. Ahora lo miro en perspectiva y me parece muy injusto lo que hicimos en esa época. Pero así nació el MAPU, así nació la Izquierda Cristiana”. 

Como miembro activo de la Concertación, ¿qué autocrítica hace de esos “30 años”? ¿Cuáles fueron las grandes deudas de la Concertación?

“Si bien yo soy un gran defensor del sentido histórico que tuvieron los 30 años, no puedo sino que reconocer también sus límites. No hay obra perfecta. Una de las cosas que la Concertación fue postergando fue la reforma universitaria… habíamos recibido un siste universitario completamente mercantilizado, como diría la generación Boric. Y la reforma universitaria que se hizo fue muy escasa”.

Otra de las deudas, según Viera-Gallo, fue la implementación del Crédito con Aval del Estado, “que si bien fue una forma muy importante para ampliar el acceso a la educación superior, la gente lo vivía como una mochila que después, una vez que salían de la universidad, tenían que pagar, y muchas veces con un trabajo precario”. 

El tercer límite, a su juicio, fue la reforma de pensiones. “Salvo lo que hizo Michelle Bachelet en su primer gobierno estableciendo la pensión solidaria, las otras reformas fueron mínimas y dentro del sistema”, asegura.

El exministro reconoce que “hicimos muchas cosas, pero también hubo otras muchas que no se hicieron. Y obviamente los jóvenes ponen su atención en lo que no se ha hecho, en lo que falta. Ahora, yo podría defenderme de esa crítica diciendo que uno tiene que priorizar en los gobiernos y no puede hacerlo todo. Se priorizaron cosas fundamentales y tal vez se dejaron para después algunos temas que se podrían haber reformado antes”.

Mirando a futuro, el histórico miembro del Partido Socialista proyecta que “no se puede pensar en una Concertación 2.0, pero sí es necesario imaginar una centroizquierda que sea un eje fundamental de la articulación del progresismo en el país”.

¿Qué le parece, en ese sentido, que el actual gobierno, que entre sus principales banderas tiene el fortalecimiento de la democracia, no haya conmemorado oficialmente el 5 de octubre?

“Yo no lo centraría sólo en el Gobierno. La no conmemoración del 5 de octubre fue casi universal. Podría haberlo conmemorado el Parlamento, donde tenemos presidente del Senado y de la Cámara de la antigua Concertación. Podrían haberlo celebrado los partidos, y no lo hicieron. Todos nos debiéramos preguntar qué ha ido pasando que se ha ido diluyendo ese momento tan importante en que se produce el cambio de la dictadura a la democracia. No logro entender que nadie lo haya conmemorado”.

José Antonio Viera-Gallo evita evaluar la actual administración porque “es muy pronto, estamos en medio”, pero afirma que el escenario es “adverso” debido a la situación de seguridad y a la crisis mundial, y es muy probable que el Gobierno haya sujetado las reformas al resultado del Plebiscito “y resulta que se perdió, entonces las reformas las vamos a empezar a ver ahora. Vamos a ver cómo les va”.

“El gobierno actual se mueve en un ambiente de incertidumbre. Es muy difícil llegar con un cierto programa y encontrarse con un escenario que guarda poca relación con ese programa. No es fácil ajustar eso. Seguramente les ha jugado en contra la inexperiencia”, sentencia, mientras recuerda su paso por la Subsecretaría de Justicia cuando tenía 26 años.

“No teníamos cargos de tanta responsabilidad. En general, quienes gobernaban en la época de Allende eran personas que tenían mucha experiencia política. En cambio, esta nueva generación llegó a puestos de comando muy importantes siendo muy joven”, dice. 

El mecanismo Viera-Gallo para el proceso constituyente

¿Qué lecciones se pueden sacar del proceso constituyente que derivó en la propuesta de nueva Constitución?

“La primera es que, como decían todos los expertos en comunicación, MacLuhan entre ellos, ‘el medio es el mensaje’. La conducta de los constituyente es el mensaje, no tanto lo que ellos digan o escriban. Es su conducta, su actitud, su forma de actuar. Los nuevos convencionales se tienen que tomar en serio su trabajo y darse cuenta de que todo lo que hagan o dejen de hacer está sometido al escrutinio público”.

“En segundo lugar, creo que no puede haber ningún veto respecto de ningún sector. Todos tienen el mismo derecho a hablar, a ser considerados, y todos tienen que, de alguna manera, ojalá llegar a concordar un texto que sea después casa común y aprobado por la ciudadanía. Además, cuando uno redacta una Constitución, no puede pretender ahí resolver todos los problemas, sino que tiene que establecer un marco general de funcionamiento del Estado, de los principios que se rigen en la sociedad, de los derechos de las personas. Después tiene que dejar vivir ese texto para que se encarne en la actuación de las autoridades y los ciudadanos”.

“Tiene que ser un texto comprometido con ciertos principios, pero no tan detallista que al final coarte la libertad democrática”.  

¿Cómo se aproxima al acuerdo constitucional? ¿Qué observa en las conversaciones que se están dando?

“Yo voté Apruebo, entre otras consideraciones, porque me parecía que si ganaba el Rechazo -como en realidad ganó lejos-, se podía producir un cierto vacío para seguir el proceso constituyente. Y, efectivamente, estamos a más de un mes y estamos en negociaciones, que si bien son importantes y han avanzado, son todavía preliminares, porque son conversaciones sobre las bases, los bordes, los principios que debiera tener el organismo que se debiera encargar de realizar la tarea que la Convención anterior no pudo llevar a cabo en plenitud. Todo eso supone tironeos entre los partidos, no cabe la menor duda”.

“La prueba de fuego, en todo caso, no es esta, sino cuando se empiece a discutir qué tipo de organismo, electo en su totalidad, cómo se eligen, si son listas cerradas por regiones como pareciera haber un cierto acuerdo, cómo participan los independientes, los representantes indígenas, el criterio de la paridad. Después viene el cuórum… el cuórum de la Convención fue de 2/3 y no fue suficiente para generar amplitud de acuerdos. Como ahora se puso el cuórum de 4/7 para reformar la actual Constitución, pareciera natural que la próxima Convención tenga 4/7. Pero con eso también pueden ocurrir los acuerdos parciales, como pasó antes”.

El abogado cree que hay muchas cosas que están en el aire, como la participación de colectividades como el Partido Republicano, el Partido de la Gente y Amarillos por Chile en el futuro organismo, pero también las disputas que se podrían dar entre las coaliciones que sustentan al Gobierno.

Como constitucionalista, ¿cuál crees que es el mecanismo más adecuado para elaborar una nueva Constitución? ¿Por cuál te inclinas?

“Hay una fórmula que no veo muy factible, que es que se elija una Convención paritaria y con pueblos originarios que habrá que ver en qué proporción participan. Y que, como ocurrió con las cortes en España después de la muerte de Franco, encargue la redacción de un anteproyecto de Constitución a un grupo de constitucionalistas nombrados por ellos y luego lo debata”.

“Esa es una fórmula posible: se elige una Convención, la Convención nombra a un grupo de expertos representativo de las distintas corrientes, y los expertos presentan a la Convención un proyecto”.

El también militante socialista cree que existen otras posibilidades, como que hasta el inicio de la futura Convención “las principales fuerzas políticas presenten anteproyectos de Constitución, de tal manera que cuando lleguen los futuros convencionales tengan sobre la mesa distintas alternativas. Hay experiencia suficiente de eso en la Cámara y en el Senado”.

Lo más importante, afirma, “es que los futuros convencionales no partan de cero, sino que partan con un material que está sobre la mesa, o bien, que encarguen a alguien que haga ese material. Y con todo lo que hay ya, no sería tan difícil que en un plazo relativamente breve se pudiera presentar un anteproyecto de Constitución, incluso con alternativas”.

“En cambio, si los convencionales quieren empezar de hoja en blanco a redactar artículo por artículo todo de nuevo, ahí no termina nunca, y no se sabe qué va a pasar. No puedes partir una discusión de la nada, es muy difícil”, enfatiza.