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Cita a ciegas entre el Presidente y el Congreso

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Agencia Uno/PAUTA
POR Eduardo Olivares |

Se presta una atención desmedida a la elección presidencial, cuando lo realmente clave el 21 de noviembre es el control de las cámaras.

Una de las cosas que me llaman la atención, es la cantidad de tiempo y esfuerzo que se dedica en Chile a la campaña presidencial en términos de lo que realmente está en juego en ella. En este tema, el mito del hiperpresidencialismo chileno sigue operando a pleno rendimiento, aunque Sebastián Piñera haya demostrado en su segundo mandato que el Presidente no es más que una figura maniatada, y en muchos instantes asediada, en La Moneda.

Cuando planteo esto, me replican que el Presidente tiene un poder enorme: puede decidir la velocidad a la que se tramitan las leyes. Claro, eso lo convierte en el agente de tráfico o en el semáforo regulador de la producción legislativa. Pero lo cierto es que con Piñera II el Jefe de Estado ni siquiera ha sido capaz de defender su ámbito exclusivo de competencias, el cual fue invadido por el Congreso mediante la artimaña de las reformas constitucionales. Estas contaron con un amplio apoyo de parlamentarios que se suponía que formaban parte de la minoría oficialista. Es más, Piñera ni siquiera empleó el veto presidencial, lo que hubiera sido un ejercicio de pura nostalgia porque el Legislativo podía insistir y derrotarlo. El recurso al veto hubiese expuesto aún más la incapacidad del Jefe de Estado.

Por lo tanto, cuando el Presidente está en minoría en el Congreso, la carrera presidencial se convierte en una cita a ciegas, porque el mismo día de la primera vuelta de la elección presidencial se produce la votación que es realmente decisiva, la que decide la composición de la Cámara de Diputados y del Senado. Desde el restablecimiento de la democracia, la derecha nunca ha conseguido mayoría absoluta en las cámaras por la vía electoral. Lo más cerca que estuvo fue en la parlamentaria de 2009, cuando obtuvo 58 de 120 diputados.

El resultado de la elección parlamentaria de 2017 no era inicialmente malo para el actual Presidente. La derecha logró 72 de 155 escaños. En los primeros compases de Piñera II, La Moneda pensó que podría atraerse a diputados y senadores de la Democracia Cristiana para conformar una mayoría. De ninguna manera se vislumbraba el ‘parlamentarismo de facto’ que surgió tras el 18 de octubre de 2019 con el recurso a las acusaciones constitucionales contra ministros y el propio Presidente y, ya en la pandemia, con los retiros de fondos previsionales.

No hay ninguna razón para presumir que en esta elección vaya a ocurrir algo distinto, por lo que las perspectivas para los dos candidatos de la derecha, José Antonio Kast y Sebastián Sichel, son de partida malas. No lo tendrán fácil para tejer una mayoría presidencial mejor que la que tenía Piñera en 2017 que les permita tomar medidas impopulares en tiempos de crisis. Así que, quizá, más le valdría a la derecha concentrarse en ganar la elección parlamentaria antes que vencer en la presidencial, porque el verdadero poder de decisión está en el Congreso. De hecho, paradójicamente, las últimas decisiones de la mayoría de la Convención Constitucional han dejado a esta a merced del Legislativo.

Tampoco las cosas serán fáciles para Gabriel Boric o Yasna Provoste, aunque esta última presuma de tener mucho ascendiente sobre diputados y senadores. Es verdad que su sector tiene mejores opciones para obtener el ‘full de ases’, controlando La Moneda y el Congreso simultáneamente, pero nada está escrito. 

La elección parlamentaria, con los incentivos que ha traído la nueva Ley Electoral, es una caja negra. Apenas un puñado de expertos en cada partido maneja cierta información fiable, pero eso tampoco sirve de mucho porque en los partidos de la derecha y en lo que antes era la Concertación ya no hay ‘generalísimos’ con el poder político y la jerarquía suficiente para definir y ordenar las candidaturas. El resultado: un desorden de egos e ilusiones que son los que desembocan en la configuración del Poder Legislativo.

Esta situación es una hija no reconocida por los intelectuales reformistas que patrocinaron la nueva Ley Electoral que sustituyó al sistema binominal y que pusieron mucho entusiasmo en mejorar la representatividad de las instituciones y en garantizar que las elecciones fueran más limpias. Es verdad que lograron lo segundo, pero también que consiguieron fragmentar el sistema político e introducir un enorme déficit de gobernabilidad.

John Müller conduce Primera Pauta, de Radio PAUTA, de lunes a viernes a partir de las 07:00 horas. Escúchelo por la 100.5 en Santiago, 99.1 en Antofagasta, y por la 96.7 en Valparaíso, Viña del Mar y Temuco, y véalo por el streaming en www.PAUTA.cl.