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Inmunidad de rebaño: la estrategia que el Gobierno no aplicó, aunque sí la anunció

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POR Cecilia Andrea |

Pese a los errores comunicacionales que lo sugirieron, las medidas adoptadas distan por mucho de una estrategia de contagio masivo.

Primero fue la ministra vocera de Gobierno, Karla Rubilar. “Uno puede reconocer errores, pero también tiene que decir las cosas con convicción y yo tengo la tranquilidad espiritual de decir que nunca, nunca en este país se pensó en una inmunidad de rebaño”, dijo el jueves 18 de junio, en el matinal Bienvenidos de Canal 13.

Después se sumó la subsecretaria de Salud Pública, Paula Daza, a través de Twitter. Y este viernes 19 de junio, el mismo ministro de Salud, Enrique Paris, confirmó la tesis. “Todas las medidas que tomó el Gobierno de Chile son absolutamente incompatibles con la política de rebaño”, declaró y de inmediato nombró una serie de medidas que el Ejecutivo adoptó desde el inicio de la pandemia en el país.

Cierre de fronteras, fortalecimiento del sistema de salud, toques de queda, cuarentenas, cordones y aduanas sanitarias. “Ninguna de estas medidas apoyan ni avalan la teoría de que se implementó el efecto de rebaño, sino todo lo contrario”, agregó Paris.

La estrategia de la inmunidad de rebaño fue negada por las autoridades recién esta semana. Antes, el exministro Jaime Mañalich y la misma Daza -y en privado incluso lo comentaban altas fuentes de La Moneda- explicaban en entrevistas, matinales y vocerías que era necesario que la población se fuera enfermando progresivamente y que sería clave la inmunidad que el virus dejara en los enfermos. Por eso, también se había promovido el Carné Covid-19.

Lo que dijeron en público

Así lo demostraron distintos personeros de Gobierno en apariciones públicas. Pero, según Paris, está “desmentido en los hechos”. “Las declaraciones no se pueden borrar, pero la estrategia que se implementó no lo avalaba […] si se declaró en algún momento o se comunicó ideas que apuntaban a esa estrategia, creo, no fue la que el Gobierno siguió”. 

Las declaraciones, de cualquier forma, fueron meridianamente claras.

“El esfuerzo aquí no es que nadie se contagie, sino que se contagien las personas, porque la única manera de protegernos para el futuro es que la mayor cantidad de gente se contagie, pero que lo hagan de una manera lenta”, planteaba Mañalich el 2 de abril en entrevista con Canal 13.

“Dijimos que vamos a ir de poco, estas personas se van a ir contagiando de a poco, va a haber un grupo de personas que va a ir saliendo (de la enfermedad), que ya no corre riesgo de contagiarse y de contagiar, y otro grupo de personas, todavía sensibles, que son las que tenemos que ir monitoreando para que esta propagación del virus sea lenta”, decía Daza el 14 de abril en entrevista con La Tercera.

“En la medida en que más personas desarrollan inmunidad, el R, la tasa reproductiva, cae violentamente. ¿Por qué? Porque el virus se encuentra con personas que no son capaces de defenderse. Por lo tanto, nosotros hablamos de que hay una inmunidad de rebaño, una inmunidad de grupo, colectiva, cuando al menos el 60% de una población determinada alcanza esta inmunidad ya sea por vacunas, en el futuro, o por contacto con el virus y desarrolla anticuerpos, con o sin síntomas”, agregaba el propio Mañalich el 30 de abril en un punto de prensa en La Moneda.

El sustento científico

Pero, ¿qué es la inmunidad de rebaño? Este concepto se refiere a “la diseminación de una enfermedad transmisible en una población susceptible en una cantidad suficiente que, alcanzado cierto umbral o porcentaje de personas afectadas, la probabilidad de contagio se reduce drásticamente”, explica a PAUTA el jefe de la División de Salud Pública y Medicina Familiar de la UC e integrante del Consejo Asesor del Minsal, Gonzalo Valdivia.

“Es una medida de control bien extrema y que en general no es una herramienta de trabajo de la salud pública, salvo que sea una enfermedad absolutamente benigna”, agrega Valdivia.

Lo que dicen los especialistas consultados es que no es una estrategia que se pueda percibir como propuesta activamente y que las acciones no han apuntado a esa idea. Sería entonces, nuevamente, un problema comunicacional: se dio a entender algo que no se condijo con las medidas de salud pública implementadas por la autoridad.

“La estrategia de inmunidad de rebaño no es una estrategia: es no hacer nada para que toda la gente se enferme y a la larga habrá un grupo de gente protegida de forma natural. No puedo calificar las intenciones de las decisiones de la autoridad, pero apostar a una inmunidad de rebaño es apostar a que todo el mundo se enferme y no parece ser lo que está ocurriendo”, explica a este medio el epidemiólogo UDD, Manuel Nájera.

La inmunidad de rebaño “natural”, sin una vacuna que entregue los anticuerpos, tiene además una implicancia. Desde que la enfermedad llegó a Chile, las autoridades comunicaban que un porcentaje cercano al 5% de los infectados necesitaría un ventilador mecánico. 

“Cuando la enfermedad llegó a Chile, se sabía que un porcentaje importante de gente podía terminar hospitalizada, incluso con curso grave. Para que una enfermedad se disemine de forma rápida, han de relajarse todas las medidas de control razonablemente útiles”, agrega Valdivia.

Tendría que haber existido una circulación del virus “libre, sin restricción”, de tal forma de alcanzar los niveles de protección que la idea de la inmunidad de rebaño requiere. Para el caso del sarampión, por ejemplo, ese nivel es 95%: 95 personas de 100 deberían enfermarse o haberse aplicado la vacuna para proteger a los cinco restantes. En el caso del coronavirus, ese número aún no está confirmado.

El tiempo en que se tomaron las medidas

En el mundo, se han observado varias estrategias: de supresión de la pandemia, como el caso de Nueva Zelandia; y en otro extremo, de “dejar ir” la infección, buscando la inmunidad colectiva de forma rápida, como es el caso de Suecia.

“Si estás poniendo todo tipo de cortafuegos a la transmisión de la infección, no puede ser que estés buscando inmunidad de rebaño. Debieras dejar la infección se transmita, como hicieron en Suecia, protegiendo a los grupos de mayor riesgo para que no hubiera letalidad, pero dejar que las personas se infecten de tal manera que no haya una nueva ola de infecciones”, explica a PAUTA el director del Instituto de Ciencias e Innovación en Medicina de la UDD y también miembro del Consejo Asesor, Pablo Vial.

De acuerdo con Vial, en Chile se optó por un camino intermedio: una estrategia de contención o mitigación de la pandemia. 

“Busca evitar el colapso del sistema de salud de tal manera de poner freno con medidas, soltar, poner medidas de nuevo. Eso es lo que llamaba el ministro ‘administrar la pandemia’. Si no la podemos suprimir, tampoco la vamos a dejar ir, sino que se va a ir dosificando, de tal manera de que nunca afecte a un porcentaje de la población mayor al que el sistema pudiera atender”, agrega Vial.

Apretar y soltar eran las palabras que utilizaba el Gobierno para explicar la idea de las cuarentenas dinámicas: solo restringir el movimiento de las personas cuando los contagios aumentaban y ciertos parámetros indicaban que era tiempo de confinar. Esa medida, junto con los toques de queda, la suspensión de clases, y el cierre de fronteras, apuntarían precisamente a lo contrario de la inmunidad de rebaño.

El argumento del Gobierno es que las medidas fueron tomadas, pero la discusión se traslada a por qué entonces no tuvieron éxito en todo el país. En otros países, donde no apuntaron a la inmunidad de rebaño y más bien se centraron en estrategias intermedias, la situación se controló de forma más rápida.

“En Italia cerraron primero el norte y después el país completo, por al menos seis semanas. En España pusieron cuarentena total por muchas semanas y hoy en día tienen los números controlados. No duraron más que eso, seis a ocho semanas. La movilidad bajó, la gente lo tomó en serio y se dieron las condiciones para que eso pasara”, comenta a este medio la viróloga de la Fundación Ciencia y Vida, Nicole Tischler.