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Educación desde la docencia: las alas que da la música

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Ilustración: Felipe Rojas
POR Fernanda Valiente |

Dos profesores del Colegio Artístico Sol del Illimani relatan la forma en que el arte puede convertirse en un potente motor para el aprendizaje de todas las materias, incluso la física.

“El niño ama un ritmo hasta un punto en el que no sabemos los maestros. Lo sigue cantando con el cuerpo, lo baila en el patio, lo brasea, lo pernea, lo cabecea. Y aún parece más niño cuando juega así. Y es cierto que es más niño porque se da enterito como la marea o el viento a la respiración de la naturaleza”, decía Gabriela Mistral. Y Cristián Warnken continúa: “La música en nuestro país ha sido prácticamente expulsada porque está casi como una especie de adorno […] no es parte fundamental de la enseñanza de la educación”. 

Sin embargo, en algunas zonas se le ha abierto un mayor espacio al mundo artístico, como una forma de generar ciudadanos sensibles y autocríticos. El proyecto del Colegio Artístico Sol del Illimani se ha enfocado en la enseñanza musical, pues entrega valores importantes como la apreciación, la autonomía y el trabajo en equipo. “Se trabaja el arte de manera transversal. En tercero y cuarto básico, los niños parten con el exploratorio artístico, donde pasan por todos los instrumentos musicales. También tienen el taller de artes escénicas, donde exploran la danza y el teatro. En quinto ya empiezan a escoger y toman un acercamiento más lógico con la musicalidad y las artes. Luego, esa trayectoria se trabaja formalmente hasta cuarto medio”, cuenta su director Rodrigo Faulbaum, en Desde El Jardín de Radio PAUTA.

Se trata de un colegio municipal que nació el 2014 en la Villa O’Higgins para refundar una escuela que había quedado en el olvido. “Buscamos generar personas que puedan pararse en cualquier lugar y que puedan defenderse desde el conocimiento. Sin duda creo que fue uno de los mejores aciertos que puede haber sucedido. Es un colegio gratuito cuya alma es el arte. Pero también radica en lo científico-humanista”, agrega Faulbaum. Es un proyecto que le abre las puertas a cualquier estudiante, ya que no cuenta con un proceso de selección, y que además busca un rescate del espacio social que rodea la escuela. 

Arte para todos

“Por primera vez los estudiantes se sienten protagonistas de algo. Queríamos trabajar con la educación pública sin la necesidad de talentos ni exámenes de admisión. [Buscamos] abrir el arte especialmente a quienes más lo necesitan. […] Tenemos un número tan alto de inscripciones que da para hacer dos colegios. Hay una convivencia escolar fantástica y hemos ido aprendiendo nosotros también”, señala otro de los fundadores del proyecto educativo, el músico Jorge Coulón

El modelo de clases sincronizadas ha sido un gran éxito. “Por ejemplo, en física están viendo los sonidos y se usa música. Entonces se pueden usar estrategias de trabajo cruzadas y eso se ha llevado de muy buena manera. En un comienzo los profesores se organizaron y los productos que han salido de eso han sido maravillosos”, añade. 

Al ser una disciplina que busca el respeto de cada uno, y de rescatar el valor propio, los instrumentos también han cambiado las vidas de las familias. “Como el arte no te pone exigencias punitivas y te mides contigo mismo”, dice Coulón, “te genera esta capacidad de autodisciplina que sirve para muchas cosas en la vida. […] Así como el panadero quiere hacer el mejor pan, acá todos quieren que su trabajo artístico sea el mejor. O sea que en primer lugar los deje contentos, y eso los lleva a estudiar, investigar y leer. Hace un año nos visitó Joan Baez y quedó feliz con un rap que le hizo uno de los estudiantes”, recuerda Coulón. 

Revise la conversación con Rodrigo Faulbaum y Jorge Coulón