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John Müller: Una tormenta perfecta para la derecha

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Prensa Presidencia
POR Cristián Rodríguez |

“Esto pone de manifiesto el enorme capital político que ha dilapidado el gobierno del Presidente Sebastián Piñera desde la elección de 2017”, plantea el analista y columnista de PAUTA.

El resultado de la megaelección sitúa a la derecha en una tormenta perfecta. Por una parte, en Chile han desaparecido los partidos políticos encargados de cuidar del sistema; unos porque abdicaron de la tarea y otros porque se volvieron irrelevantes.

El establishment hoy no tiene peso político. El mensaje es claro: los partidos tradicionales y sus representantes están muy desprestigiados. Pero para la derecha, que sigue siendo el polo de la política tradicional que tendrá una representación más nítida en la convención constituyente, este es uno de sus peores resultados electorales en más de 60 años.

Por una parte, esto pone de manifiesto el enorme capital político que ha dilapidado el gobierno del Presidente Sebastián Piñera desde la elección de 2017. Su responsabilidad en los resultados no es menor y no se acaba reconociendo, como hizo anoche, que “no estamos sintonizando con las demandas de la ciudadanía”. El Presidente es un salvavidas de plomo para su sector político. Y es difícil discernir qué tipo de legado puede dejar en este momento. Más aún, su figura puede complicar las opciones presidenciales de su sector.

Además del peso de la gestión gubernamental, el mal resultado de la derecha obedece al desorden que reina entre sus filas. Aunque parezca un bloque monolítico, configurado en un último esfuerzo por presentar una cara reconocible ante los electores, la derecha chilena es hoy una amalgama de intereses personales donde cada uno corre bajo su propia bandera. Cuando una marca pierde sus atributos, el cliente deja de reconocerla como tal y esto puede ser la explicación que esté detrás de lo que ha ocurrido en alcaldías y gobernaciones donde la derecha no fue capaz de plantear una alternativa eficaz.

Una de las consecuencias de este resultado es que ahora se abrirá un largo debate en la propia derecha sobre si la división interna es la causa o el remedio de sus problemas: si el mal resultado es fruto de las múltiples sensibilidades o si son esas distintas caras las que le han impedido hundirse del todo.

El rechazo a los partidos tradicionales también indica que fue un error no haber generado una lista de independientes de derecha que ofreciera caras menos marcadas partidistamente. Lo que vemos entre el 40% de los cargos constituyentes que han quedado en manos de los independientes es que muchos de ellos son individuos que rápidamente sintonizarán con los grupos de izquierda de la convención.

Anoche se oían voces en la derecha que afirmaban que con este resultado el panorama de la elección presidencial ha cambiado radicalmente. Esta es una manera típica y desactualizada de pensar de la derecha chilena: seguir creyendo que la elección presidencial es la única importante en Chile, la que reparte todo el poder, la que constituye el gordo de la lotería.

Es un error que ignora la importante cuota de poder que radica en el Congreso, en los municipios y, a partir de ahora, en las gobernaciones. Y un error que ignora los poderes difusos de la sociedad, como el que ha permitido levantar la Lista del Pueblo directamente desde la Plaza Baquedano. Un error que ignora que cada vez que la derecha ganó una elección presidencial antes venció en unas municipales. Un error que ya se cometió en 2017 y que ha conducido al desmantelamiento del sistema por su propia inoperancia.