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La falacia del “capitalismo del desastre”

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Crecidas en el río Maipo el 30 de enero de 2021. Créditos: Agencia Uno
POR Eduardo Olivares |

John Müller recuerda la teoría de la sociedad del riesgo de Ulrich Beck para comparar la gestión privada ante desastres. “Los nuevos riesgos globales son terreno propicio para esta guerrilla ideológica”, dice.

No es posible mirar lo que está ocurriendo en la Región Metropolitana con el temporal veraniego sin acordarse del sociólogo alemán Ulrich Beck, padre de la teoría de la sociedad del riesgo. Este pensador, fallecido en 2015, fue un hombre de grandes intuiciones, pero solo las pulió hasta cierto punto, dejando que fueran otros como Niklas Luhmann o Anthony Giddens los que las redondearan. En 1986, el mismo año del accidente de Chernóbil, formuló su tesis más conocida. Para Beck, la sociedad industrial, basada en el reparto de la riqueza y la idea del progreso, había generado nuevas amenazas, difíciles de controlar. En estas circunstancias, postuló que habíamos llegado a un nuevo tipo de sociedad que ya no está basada en el reparto de la riqueza sino en el de los riesgos.

Los desastres nucleares, el cambio climático, las crisis financieras, el terrorismo global son algunos de los riesgos que incluyó expresamente en su catálogo y auguró que generarían nuevos conflictos sociales. Beck tuvo el olfato de rescatar el concepto de riesgo para la sociología justo cuando un accidente nuclear se materializaba en plena Europa.

Una de las aristas de su teoría tenía que ver con el hecho de que esta sociedad del riesgo ya está entre nosotros mientras subsisten las instituciones y la cultura correspondientes a una sociedad basada en el reparto de riqueza.

Recordé esto este domingo 31 de enero cuando, un par de horas antes de que se declarara la alerta amarilla y se avisara a la población de la Región Metropolitana de que juntara agua, recibí un video de la fiscalización a un camión que estaba descargando escombros en la ribera del río Maipo. Estos restos forman sedimento y aumentan la turbiedad del río, que es el problema que ha causado la paradoja de que, lloviendo como nunca desde que hay registros, los santiaguinos hayan tenido que recurrir al agua de las reservas de Pirque.

Estas lluvias vienen a producirse en un contexto de gran estrés social. Primero, el país está amenazado por una pandemia, como todo el mundo. Pero, además, en menos de una semana se ha producido una falsa alerta de maremoto que movilizó al país y un incendio en un hospital que inutilizó temporalmente 500 camas en un momento de máxima congestión sanitaria. 

Los eventos climatológicos y las pandemias son contingencias que existen desde tiempo inmemorial, así que no deberían figurar entre los nuevos riesgos de los que hablaba Beck y que las sociedades modernas deberían aprender a gestionar. Sin embargo, estas lluvias inhabituales en enero en Santiago van a quedar encuadradas entre los nuevos fenómenos catastróficos ligados al cambio climático (que sí está en su catálogo) y, aunque las pandemias se hayan producido a lo largo de toda la historia humana, hay un factor que las moderniza y las incluye plenamente entre los riesgos de Beck: el proceso de vacunación.

El Gobierno se juega mucho con la vacunación masiva que empieza el miércoles 3 de febrero. Hasta ahora, el proceso de conseguir las vacunas ha ido bien. El Presidente Sebastián Piñera acertó anticipándose a negociar con laboratorios y países para asegurarse un stock de vacunas. Agentes chilenos recibieron a principios de mayo del año pasado instrucciones del Presidente para tomar contacto con todos los laboratorios tras haber sido alertado por un veterano político y diplomático de la oposición. Cuando uno se asoma a los detalles de la batalla entre la Unión Europea y AstraZeneca, y advierte los elementos de proteccionismo y geopolítica que hay detrás de la conducta de las grandes potencias, comprueba que en esto La Moneda no se ha dormido.    

Esto le ha permitido a Chile disponer de la vacuna de Pfizer casi al mismo tiempo que los principales países europeos. El país ha apostado, además, por las tres tecnologías que hoy están disponibles y ya las ha autorizado para su empleo: la tradicional (Sinovac), la basada en un adenovoirus (AstraZeneca) y la de ARN mensajero (Pfizer/BioNTech).

Este domingo, las redes sociales se llenaron de profetas tuiteros que se referían a las restricciones de agua provocadas por las lluvias en Santiago como un ejemplo del “capitalismo del desastre” al que nos abocaría el hecho de que la gestión del agua en Chile esté en manos de una empresa privada. Los nuevos riesgos globales son terreno propicio para esta guerrilla ideológica que aprovecha hasta el clima para inyectar su debate ideológico. Estas mismas vacunas que deberían librarnos de la pandemia son un producto típico del desarrollo capitalista, incluso ahí donde hay capitalismo sin democracia, como en China. Lo que no quieren recordar los profetas tuiteros es que a Beck esta idea le sobrevino cuando se produjo el peor accidente nuclear de la historia, ocasionado y agravado por las importantes taras de una sociedad que se presentaba como alternativa al capitalismo.