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No es la Constitución, son los diputados y senadores

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Agencia Uno
POR Andres Sepúlveda |

Que alguien avise al ministro Jackson que el problema con las reformas del Gobierno es que tiene que negociar los apoyos parlamentarios, no un texto constitucional.

El último ha sido un fin de semana cargado de afirmaciones cuestionables y de oportunistas resurrecciones de la Constitución de 1980. El ministro Jackson afirmó en El Mercurio que “con la Constitución actual, muchas de nuestras reformas no se podrían llevar a cabo” y en el mismo diario, el rector Carlos Peña, el columnista más influyente del país, manifestaba sus dudas ante la posibilidad de que la derecha pueda renunciar de antemano a la Constitución de 1980.

Después del espectáculo de tres reformas constitucionales para aprobar tres retiros de unos fondos que habían sido definidos como intangibles, la reforma de la Sanidad que puso el ministro como ejemplo es perfectamente factible con la vieja Constitución. El obstáculo real es que su Gobierno no tiene mayoría en el Congreso, pero, si el ministro es un auténtico demócrata debería saber que nada, ni siquiera un deficiente borrador de Constitución, le garantiza que en el futuro las cámaras le vayan a ser siempre favorables.

En la introducción de su magnífico libro ‘Cinco repúblicas y una tradición: Constitucionalismo Chileno Comparado’ (LOM, 2016), Pablo Ruiz-Tagle escribió refiriéndose a la ‘Historia de los Girondinos’ de Alphonse de Lamartine que esta obra sobre la Revolución Francesa nos enseña “a resistir el miedo y la amenaza que generan los discursos agresivos y prepotentes que promueven sólo cambios profundos y es un buen antídoto contra todas las formas de lo políticamente correcto, porque nos muestra que los que ganan el poder un día, no son capaces de imponer sus convicciones para el futuro”. Eso es así.

Y en cuanto a la renuncia de la derecha a la Constitución de 1980, ya no se trata de que abjure o la lance lejos de ella, es que la derecha contribuyó activamente a destruir el sistema de equilibrios de poder que fijaba esa Constitución prestando una buena parte de sus votos bajo la presidencia de Sebastián Piñera. No sé si se puede abjurar de un modo más explícito que desfigurando aquello a lo que te unían la memoria y los afectos, como dice Peña.

El mismo fin de semana que se publicaban estos documentos periodísticos, los partidos de la derecha agrupados en Chile Vamos daban a conocer su postura por el Rechazo. Circulan críticas sobre la oportunidad de este anuncio. Dado que hoy los partidos son fuente de ilegitimidad para cualquier cosa en Chile (lo que confirma que el extraordinario ciclo populista que empezó en el país en 2019 no ha concluido), cuanto antes mejor para dejar espacio a que la sociedad civil se distancie de ellos y pueda exponer sus argumentos. 

Los resultados de la encuesta Cadem, donde la popularidad del Presidente Gabriel Boric aumentó en 8 puntos porcentuales y el apruebo 5 puntos, parecieron confirmar la tesis de una de las dos almas del Gobierno: la que dice que el destino del gobierno está sólidamente unido al resultado del Plebiscito del 4 de septiembre. Esa alma necesita que se extienda la tesis del “aprobar para reformar” para atraer a los sectores de centroizquierda con experiencia política que saben a ciencia cierta que el borrador constitucional es una invitación a la discordia. Pero es casi imposible que el Gobierno de Boric pueda renegar del borrador constitucional. Es una voltereta impensable.

Nos enfrentamos a la paradoja de dos Constituciones que se han convertido en soluciones imperfectas para el país. La Constitución del 80 fue adoptada por la exconcertación como una salida de la dictadura militar como quien adopta una mascota de la calle. En los 90 y hasta 2005, el texto de Jaime Guzmán fue como un gato, parecía que él nos tenía a nosotros. A partir de la reforma de Ricardo Lagos fue un perro, los chilenos han hecho lo que han querido con ella, sobre todo tras la reforma electoral. No sabría decir si el borrador constitucional que se va a plebiscitar en septiembre es carne o pescado, pero que va a reunir muchos votos en contra lo adelantan las encuestas.

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