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El cambio en Cancillería: entra Andrés Allamand, sale Teodoro Ribera

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POR Matias Bobadilla |

Dos hombres que desde hace años ambicionaron el cargo de jefe de la diplomacia chilena han concretado su sueño.

¿Por qué se va? 

La llegada de Teodoro Ribera (RN) a Relaciones Exteriores parecía un destino cumplido. Ya desde la primera gestión de Sebastián Piñera que el nombre del exrector de la Universidad Autónoma había sonado para el encargado de la diplomacia chilena, pero no fue sino tras el cambio de gabinete de junio de 2019 cuando tuvo su oportunidad al reemplazar al cuestionado Roberto Ampuero (Ind., hoy embajador de Chile en España).

La gestión de 13 meses de Ribera trasluce varios aspectos que en parte podrían explicar la decisión del Mandatario. De partida, por razones fuera de su alcance, Ribera no pudo encabezar la organización de la Cumbre de Líderes de Apec en Santiago tras la cancelación del evento debido a la violencia del estallido social.

En otras materias, la Cancillería de Ribera ha debido navegar con el nuevo viento de Alberto Fernández en Argentina: no solo han existido vistosos desencuentros entre los gobiernos de ambos países por la gestión de la pandemia, que incluyeron competencias sobre cifras de muertes por el coronavirus, sino sobre todo por la provocativa declaración trasandina que pretende extender su soberanía sobre la Plataforma Continental Austral en una decisión unilateral. 

A ese elemento se suma la controvertida decisión del Gobierno de reducir el número de embajadas de Chile en un conjunto de países de Europa y Medio Oriente con el propósito de destinar los recursos así ahorrados a la creación de otras legaciones en destinos de Asia. Tras la filtración de un documento con esos planes, el ministro debió responder ante la comunidad académica, parlamentaria y de excancilleres que en forma masiva cuestionaron la idoneidad, oportunidad y secretismo de la medida. El propio Ribera reconoció que hubo una deficiencia comunicacional en la transmisión de lo resuelto y terminó por suspender su aplicación hasta allegar nuevos antecedentes. Esa tarea ya no la terminará él.

¿Quién llega?

Andrés Allamand, hasta este martes senador RN por la Región Metropolitana, era miembro de la Comisión de Constitución al igual que Víctor Pérez (UDI). Fue uno de los principales detractores del proyecto de retiro del 10% del retiro de fondos de AFP, aprobado en Congreso por amplia mayoría y con votos de Chile Vamos. Y, en medio de esa discusión, se conviritó en un gran crítico a la conducción del Ejecutivo, al punto que señaló que “es obligación del Presidente dar un golpe de timón” y que “un gobierno que no es capaz de enfrentar la impopularidad, no tiene destino”.

Además, dentro de RN fueron públicas sus diferencias con el hasta ahora presidente del partido, Mario Desbordes, diputado que votó a favor del retiro de fondos y a quien Sebastián Piñera también incluyó en su nuevo gabinete: es el nuevo ministro de Defensa.

Con Allamand y Desbordes dentro el gabinete, La Moneda neutraliza las diferencias públicas entre los ahora exparlamentarios, justo en momentos en que Chile Vamos atraviesa un crisis interna. Es segunda vez que Allamand entra al equipo ministerial luego de su incursión en Defensa en Piñera I. 

La Cancillería, además, parecía el destino esquivo (el otro es la Presidencia de la República) de Allamand. No era un secreto para nadie que el político ambicionaba ese puesto incluso desde la primera administración de Piñera, aunque el Mandatario prefirió otras cartas en cada una de las oportunidades que tuvo a la vista (Alfredo Moreno en su primer gobierno; Roberto Ampuero y Teodoro Ribera en el segundo). 

Principales prioridades 

La llegada de Andrés Allamand tiene al menos tres lecturas, y solo una de ellas descansará en su labor en la Cancillería.

La primera es la distensión del fuego amigo y cruzado: “amigo”, porque con esto cesan sus ataques abiertos a la gestión del Mandatario, y “cruzados”, porque deberá convivir al otro lado de la Alameda con Desbordes.

La segunda es la de contribuir desde su alto cargo (el segundo de mayor relevancia en el Gabinete tras el Ministerio del Interior) al fortalecimiento de las relaciones políticas dentro de la coalición. Aunque la postura de Allamand en el proyecto del Retiro del 10% fue derrotada, Piñera reconoce con su decisión de llevarlo a Cancillería su aprecio por la consecuencia incluso a costa de perder puntos de popularidad. Además, el exsenador es un heraldo del Rechazo, lo que habla en forma más directa al electorado tradicional de la derecha. Su esposa, la exdiputada y exministra de Educación, Marcela Cubillos, también se ha transformado en un rostro de esa opción desde la dirección ejecutiva del Instituto Libertad y Desarrollo.

Desde el punto de vista de sus prioridades en el Ministerio de Relaciones Exteriores, Allamand deberá continuar con el trabajo de acercar más las decisiones al mundo de los diplomáticos. A diferencia de Ampuero, cuyas decisiones debía consultar con el joven asesor de asuntos internacionales de Piñera, Benjamín Salas, y de Ribera, que tuvo choques con actores en la academia y del cuerpo diplomático, Allamand ha tendido puentes de años en la gestión política que podrían, al menos en teoría, ayudarlo a relevar sus funciones como canciller. En la medida en que sepa sacarle todo el brillo posible a un puesto que permite precisamente el lucimiento, el fundador de RN podrá además proyectar su figura en medio de la incertidumbre electoral.