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Lamberto Cisternas: “Estamos haciendo leyes para abogados e ingenieros y ese no es el pueblo”

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Agencia Uno
POR Ana María |

El juez jubiló tras 37 años en el Poder Judicial. Está por el Apruebo, critica la redacción de las leyes y habla de la Corte Suprema.

La fotografía del WhatsApp de Lamberto Cisternas, quien jubiló de la Corte Suprema el pasado 31 de marzo al cumplir 75 años, revela su nuevo estado: cambió el traje y la corbata gris oscuro por una polera amarilla.

El fin de su etapa en el Poder Judicial, después de 37 años, coincidió tanto con la cuarentena ante la emergencia sanitaria por el Covid-19, como con la decisión –que partió con protocolo del Pleno de la Suprema y terminó en ley-, de la flexibilización de los plazos judiciales, el teletrabajo de muchos funcionarios y las audiencias por videoconferencia.

Entonces, Cisternas –quien fue durante dos años, y hasta 2019, vocero de la Corte Suprema– no tuvo la ceremonia oficial que estaba programada para fines de marzo, aunque el Pleno elaboró un acta en la que agradecía su trabajo y destacaba su etapa en el Poder Judicial. A cambio de eso, cuando fue de sorpresa a su oficina a retirar sus cosas, relatores y funcionarios le improvisaron una despedida.

“Al final fue mejor, porque toda partida es, de alguna manera, morir un poco”, dice el exministro a PAUTA en su primera entrevista tras la jubilación. “Y, en este caso, fue un tránsito muy suave, muy amable, que se sumó a la circunstancia de la cuarentena”, agrega.

Volver a su oficina le trajo reminiscencias: “Las mudanzas tienen una característica. Uno se encuentra con papeles, objetos, recuerdos y tiene que ir decidiendo qué materiales serán útiles para la vida futura mientras que los que no, deben desecharse”.

-¿Guardó algo en especial?

“No, solo algunas sentencias. Pero como hoy todo está en el archivo de la página web del Poder Judicial, uno allí puede encontrar los documentos y fallos que quieran”.

Usted partió cuando los expedientes se cosían, como en la película El secreto de sus ojos.

“Cuando entré al Poder Judicial, la costura ya se cuestionaba mucho, porque había papeles dispersos que se ‘perdían’. Y usted sabe que, muchas veces, en los tribunales había tendencia a que se ‘perdieran’ las cosas. Entonces, mientras más cosiditas, era mejor”.

-Pérdidas intencionales.

“De repente había gente que prefería tomar un papel, quitarlo o dejarlo abandonado. Entonces, el archivo computacional es un mecanismo de seguridad que previene contra cualquiera mala idea. Nunca me tocó presenciarlo, pero en más de alguna oportunidad supe de eso y tuve que iniciar una investigación”.

Justamente de esa época en que se cosían los expedientes es uno de los casos más importantes que Cisternas investigó cuando existía -previo a la Reforma Procesal Penal- la figura del ministro en visita. Era 1996, cuando llevaba solo un año como juez en la Corte de Apelaciones de Santiago y le tocó indagar la fuga en helicóptero de los cuatro frentistas desde la Cárcel de Alta Seguridad, ocurrida la tarde el 30 de diciembre de ese año.

-¿Cómo recuerda ese caso?

“Con algunos resultados importantes, pero en general bastante menores porque la colaboración de los países extranjeros fue muy poca bajo el supuesto de que Chile no tenía todavía normalizada su democracia y el funcionamiento de sus institucionales. Entonces, llegamos hasta donde pudimos llegar. La desconfianza hacia Chile era, además, porque existiendo todavía los tribunales militares y estando la situación como estaba, no se iban a respetar los derechos de las personas que pudiesen ser detenidas. Así, pese a que la colaboración no fue mucha, quedé muy satisfecho con la investigación y con el trabajo de Carabineros y de la Policía de Investigaciones”.

Una nueva Constitución

Seis meses antes de jubilar, y en pleno estallido social en octubre de 2018, Cisternas en una entrevista con CNN dijo que había que escuchar “el clamor de la ciudadanía” que pedía una nueva Constitución. Si bien entonces era vocero de la Corte Suprema, aclaró que hablaba en términos personales.

Su declaración fue algo poco usual en los jueces, que suelen guardarse sus opiniones. “Lo dije porque me parecía lógico, y me sigue pareciendo, que habiendo este clamor general y popular de reformas, una de las peticiones era que revisáramos la Constitución. Y más allá de su legitimidad, porque yo creo que es legítima. Pero sucede que si hay un anhelo de este tipo, ¿qué razón hay para frenarlo? Entonces, pienso que era sano abrir las puertas para que entre todo el aire que deba entrar y cada cual defenderá su punto de vista con los argumentos que sean del caso y se llegará a un texto de consenso y luego ese se somete a un plebiscito”. 

 

¿Qué le dijeron los ministros en el Pleno de la Corte Suprema por sus dichos?

“Ese mismo día le había dicho al expresidente Haroldo Brito que era una opinión personal. Luego lo expliqué en el Pleno. Algunos colegas lo entendieron perfectamente. Desde luego, todos respetaron. Pero otros dijeron que debí haber sido más cauto y no haber expresado eso porque más de alguien podría pensar que era la expresión de la Corte Suprema. Yo respeto mucho eso, pero este tipo de cometidos como ser vocero, depende mucho del estilo de cada persona”.

-¿Cree que los jueces puede emitir opiniones? Las nuevas generaciones actúan diferente a la suya.

“Se puede emitir opinión teniendo todos los resguardos del caso. Lo que nunca podemos hacer es hacerlo respecto de los asuntos que nos corresponde ver, porque eso se hace a través de las sentencias. Pero, en los otros casos, uno perfectamente puede”.

¿Qué piensa de la Constitución de 1980En octubre dijo a PAUTA que ha terminado por legitimarse por los cambios que se le han hecho.

“El ejercicio del poder pasa por ciertos caminos según las distintas circunstancias. Y pienso que esa Constitución nació de la situación que el país tenía en ese momento y ha tenido la oportunidad de tener cambios muy profundos, como los que se hicieron con el presidente Ricardo Lagos. Entonces, en ese sentido, creo que el ejercicio del poder legitima el poder. Y en ese caso, la vigencia de la Constitución todo este tiempo también lo legitima”.

-¿Qué cambios vislumbra para una nueva Constitución? ¿Más derechos sociales?

“La Constitución a lo mejor no va a ser demasiado distinta, porque las constituciones tienen esquemas generales en que usted puede hacer algunos ajustes, como se ha venido haciendo en la práctica. Y si esto es abierto, con voluntad popular, y lo desligamos de cualquier gobierno o lo hacemos nacer desde un sentido democrático, me parece muy bien. Una tendencia es el incremento de los derechos sociales en el sentido de hacerlos prácticos y reales. También, expresar claramente una mayor efectividad de la actuación del Estado en resguardo del bien común. Esas dos líneas me parecen claras. Y en el ámbito judicial, probablemente venga la consagración de separar lo jurisdiccional de lo administrativo, de lo cual la Corte Suprema ya emitió un pronunciamiento en 2014″.

-¿Piensa que hay muchas expectativas ante una nueva Constitución?

“Hago una prevención. El hecho de que se consagren en la Carta Fundamental los derechos sociales no asegura que ellos puedan ser ejercidos plenamente. Porque esos derechos, como todos, van de la mano de los recursos económicos. Y si no los tenemos bien distribuidos, cualquier enunciado dentro de la Constitución puede traducirse en una mayor frustración. Este es un tema que hay analizar con mucha profundidad y hacer las proyecciones graduales que permitan que, en la medida que los recursos aumenten, se puedan ir haciendo más prácticos esos derechos”.

¿Usted está por el Apruebo o por el Rechazo a una nueva Constitución?

“Estoy por el Apruebo. Otra cosa cuál es el mecanismo y el contenido al que vamos a arribar”.

-¿Qué mecanismo le gusta? ¿Convención Constitucional o Convención Mixta?

“Ahí le voy a pedir que me dispense, porque eso entra directamente dentro del ámbito del secreto de mi voto. Pero sí estoy porque nos sentemos a conversar en una nueva Constitución”.

El rol de la Suprema y su fallida postulación

-¿Qué rol cree que debe tener la Corte Suprema en el proceso de hacer una nueva Constitución?

“La Corte Suprema tiene que hacer un planteamiento respecto de cómo debe ser su papel dentro del ordenamiento constitucional y cómo debe funcionar. Mi opinión es que la Corte Suprema no esté a la espera de que les llegue el proyecto para informarlo, sino que ella se apresure a tener una reflexión, definir una formulación y que la haga llegar a la comisión constitucional que esté trabajando. Porque, si bien es cierto no tiene iniciativa, en esta etapa, si es que gana el Apruebo, allí puede buscar los mecanismos para hacer ver sus puntos de vista”.

-Pero no todos los ministros de la Suprema opinan como usted sobre el rol en el proceso constituyente.

“Exactamente. No hay consenso. Por eso es que hay que ir buscando esos consensos y encontrar planteamientos que movilicen la opinión de los y las ministras. Aunque nunca va a ser unánime”.

-¿Cuáles son los argumentos de quienes están en contra de un rol activo? ¿Se trata de los ministros más tradicionales?

“Creo que está muy en la línea del cumplimiento exacto de los roles. Es decir, que el tribunal está para recibir los casos y esos casos resolverlos a través de un procedimiento y la sentencia. Pero la realidad indica, y la función misma que tiene la Corte Suprema, que esta actividad jurisdiccional, que es la principal, que a nivel del máximo tribunal también hay actividades que tienen que ver con la administración, la política judicial y el enlace con las políticas públicas, ante lo cual hay que tener una palabra. Allí es donde muchas veces hay ministras y ministros que estiman que debiera la Corte mantenerse en el rol que podemos llamar clásico y tradicional. Mientras que también hay quienes piensan que debe ser un aporte”.

-En diciembre de 2019, usted sorpresivamente se postuló a la presidencia de la Corte Suprema, cuando el candidato era Guillermo Silva por ser el más antiguo. ¿Hizo un sondeo previo con algunos ministros? Le pregunto porque solo sacó un voto.

“En varias oportunidades yo postulé que debe existir una elección para nombrar al presidente de la Corte Suprema y que no debe ser, exclusivamente, seguir un orden determinado. No es que esté en contra de la antigüedad ni de personas determinadas. Y como esto iba encaminado a seguir lo tradicional, en una reunión de la Corte Suprema en la que había otras personas un exministro me preguntó que a quién le correspondía la presidencia. Entonces, me dije para mí mismo: ‘Esto va a seguir permanentemente así. Tal vez es la línea, pero a mí no me parece'”.

-¿Por qué no lo conversó en el Pleno?

“Porque si lo planteaba en el Pleno, iba a quedar en nada. Por eso, solito dije ‘voy’. Se lo comuniqué primero al señor Silva, que por antigüedad estaba señalado a la presidencia. Luego al presidente en ejercicio, el señor Brito, y después en una carta a mis colegas, donde les señalé mis pautas y un posible pequeño programa a desarrollar. Esa carta yo no la entregué a la prensa, pero alguien de los destinatarios la divulgó. Finalmente, solo tuve el voto de la ministra Ángela Vivanco y el resto se pronunció por señor Silva. Algunos de ellos me dieron, entre comillas, explicaciones de por qué habían optado por eso. Y la cosa quedó allí”.

-Entonces, ¿postuló como un gesto político para enviar una señal, independientemente de que iba a perder?

“Independientemente. Y casi diría que tenía clarísimo que iba a perder. El tema es que quise dar un testimonio que tuviera algún sentido. Porque, repito, si lo planteaba en el Pleno, me daba la impresión de que esto se iba a diluir e iba a pasar sin pena ni gloria. Entonces, la única forma de dejar una clara constancia de que alguien piensa distinto era esta y así lo hice. La única consecuencia práctica fue que me vi en la necesidad de renunciar a mi encargo de vocero porque, obviamente, yo no estaba siendo transmisor de lo que el Pleno pensaba”.

Leyes para el pueblo

-¿Qué le parecen la calidad de las leyes en Chile?

“Pienso que la actividad legislativa es muy importante, de mucha responsabilidad, pero tengo la impresión de que hay algunas leyes que son un poco improvisadas y producto de ciertas ideas o sentimientos que se enraízan en la comunidad con los colegisladores. Y quieren avanzar rápidamente en circunstancias no muy compatibles con los planteamientos técnicos. También tengo la impresión de que a veces se demoran en demasía. Entonces, pienso que tendríamos que buscar un mecanismo que permita que, en un plazo relativamente prudente, las leyes se evacuaran. Y que sean sometidas a un estudio más allá de lo funcional y político, para que fuera un poco más a lo técnico”.

-¿Se refiere, por ejemplo, a leyes que se dictan en contingencias?

“La ley no debería ser una cosa tan distante de la realidad y el ciudadano, que debería poder leer la ley y entenderla. Más allá de algunas deficiencias por la formación educacional, debería ser así. Yo desafío a alguien que lea la Ley de Protección del Empleo, que permitió suspender la relación laboral y que el trabajador acceda al seguro de cesantía en forma excepcional y que así, de alguna forma, se alivien las empresas, y me diga que fue entendida. Es la cosa más complicada del mundo”.

-¿Qué problema le ve?

“Si alguien tiene que releerla y releerla, significa que estamos haciendo leyes para abogados e ingenieros y ese no es el pueblo. El pueblo es el ciudadano, que tiene que saber en qué consisten sus derechos, cómo lo va a hacer y de qué manera. Entonces, ese tipo de legislación, que además fue muy apresurada por las circunstancias, se expresa en un lenguaje que no es claro, que no le habla al ciudadano. No olvidemos que la ley es la expresión de la voluntad soberana”.