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El Gobierno hace planes y Dios se ríe de ellos

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Agencia Uno
POR Eduardo Olivares |

“Hay un fenómeno que no se ha analizado lo suficiente y es la falsa sensación de seguridad que en determinados segmentos puede haber creado el éxito de la campaña de vacunación”, dice John Müller.

El domingo coincidieron los dos fenómenos que enmarcan la situación de la pandemia en Chile: los casos de contagiados continúan en cifras récord y llegaron más vacunas. El intento del Ministerio de Salud de segmentar los casos por regiones que van bien y regiones, como la Metropolitana, que van mal, son un angustiado intento de ver el vaso de agua medio lleno en regiones y medio vacío en la capital.

Esta “asincronía” que aprecia el ministro Enrique Paris se parece mucho a la inversa de los flujos veraniegos. La Región Metropolitana está “comenzando su segunda ola de contagios”, según el ministro, ahora que sus habitantes han vuelto de las regiones donde pasaron sus vacaciones. Pero lo cierto es que Chile nunca controló la curva de contagios de la segunda ola que se inició a comienzos de diciembre de 2020. La aplanó a un nivel bastante alto y eso la ha transformado en un verdadero tsunami.

“Nunca está más oscuro que antes del amanecer”. La frase de Batman, el caballero oscuro se ha repetido una y otra vez en La Moneda en estos años en distintos contextos. Pese a ello, la incertidumbre de que no llegue el alba se desató la semana pasada. A la luz de los datos de crecimiento de los contagios, la saturación hospitalaria y el número de muertes, aquellos que habían apostado a que la vacunación acelerada aplanaría la curva sin tener que tomar más medidas de confinamiento tuvieron que admitir que pueden haberse equivocado. Y eso motivó la implantación de nuevas restricciones.

Ahora, el Gobierno confía en que en tres semanas tendrá siete millones de chilenos vacunados, cuatro millones de ellos con dos dosis, que las cuarentenas aprobadas la semana pasada empezarán a surtir efecto y que la menor movilidad de marzo contribuirá a que ya principios de abril los parámetros de la pandemia empiecen a mejorar. Una apuesta que ahora mismo parece arriesgada.

Si los deseos del Ejecutivo se cumplen, Chile se situaría en un escenario parecido al de Israel. Con su acelerado proceso de vacunación, este país tiene su economía completamente abierta 40 días después del fin de su último confinamiento. Y la tasa de contagios sigue cayendo con una R (ritmo básico de reproducción de una enfermedad) de 0,62. Eso supone 85% menos de muertes diarias, 72% menos de enfermos críticos y 86% menos de contagios, según Eran Segal, experto del Instituto Weizmann.

Hay un fenómeno que no se ha analizado lo suficiente y es la falsa sensación de seguridad que en determinados segmentos puede haber creado el éxito de la campaña de vacunación aireado por tierra, mar y aire en Chile y en el extranjero.

El exministro Jaime Mañalich fue el primero en plantear la posibilidad de discutir un aplazamiento de las elecciones si la pandemia se complica. “Si Chile supera el 95% de ocupación de camas en su capacidad máxima, lo más probable es que Gobierno tenga que apretar el botón rojo del confinamiento total“, vaticinó la doctora Izkia Siches, presidenta del Colegio Médico, en una entrevista con PAUTA la semana pasada.

Lo cierto es que el asunto del aplazamiento electoral ya está instalado en la opinión pública. La encuesta Cadem revela esta semana que un 62% de los consultados está de acuerdo en postergar las votaciones de abril. Este escenario nos sitúa en el peor de los mundos, porque significa que la expectativa de un aplazamiento puede empezar a erosionar la voluntad de participación de los ciudadanos. Al final, el haber aprobado de prisa y corriendo la votación en dos días no va a servir de nada si la participación se desploma por culpa de mensajes contradictorios.

Desde octubre pasado el gobierno tenía claro que, dado que no se ha podido encontrar un método que garantice a los contagiados o aislados que puedan participar en el acto electoral, la única forma de asegurar la participación es imponerse una autocuarentena exigente. Esto lo ha dicho el ministro Jaime Bellolio en varias ocasiones. Por eso mismo sorprende que el gobierno no actuara antes imponiendo restricciones generalizadas.

Esta pandemia no ofrece tregua a ninguna estrategia. Hasta Angela Merkel, que pensaba despedirse en gloria y majestad, con una popularidad muy por encima de la de su partido, está viendo cÓmo la que debería ser la fase final de la pandemia se ha torcido en Alemania. El actor Hugh Jackman puso de moda el año pasado la frase “el hombre hace planes y Dios se ríe de ellos”, que aparece en El libro de Stone, la novela de Jonathan Papernick publicada en 2014. Y así es: si algo ha enseñado la peste es que la historia no está escrita.