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Las cartas “amarillas” de Warnken que derivaron en su movimiento ciudadano

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Fernanda Monasterio/PAUTA
POR Eduardo Olivares |

“Carta amarilla a mis hijos”, en noviembre de 2021, y “Carta a todas las bases amarillas del país”, en febrero de 2022, fueron el preludio del colectivo encabezado por el intelectual.

El movimiento Amarillos por Chile “surgió de mucha gente preocupada por las primeras señales de la Convención que iban por un rumbo delirante, desmesurado. Yo por ahora cumpliré la labor de vocero, pero soy solo uno más de un grupo de chilenos, en su mayoría de centro y centroizquierda, que no quiere que se tire el país por la borda, sino hacer cambios: pero bien hechos. Esto no es un partido político, es un movimiento abierto, ciudadano, de gente muy diversa y sin agenda oculta”.

Cristián Warnken explica de ese modo a PAUTA el origen del colectivo que él encabeza. En su manifiesto, divulgado el jueves 17 de febrero en exclusiva por este medio, los suscriptores de la iniciativa dicen: “Nosotros los amarillos sentimos la pasión por lo posible que consiste en hacer las cosas bien hechas, conseguir los cambios necesarios sin destruir lo bueno, apostar por un futuro mejor sin pensar que se parte de cero”.

Desde ese momento, el colectivo tomó fuerza. La primera lista de suscriptores, publicada en exclusiva por PAUTA ese jueves, contaba con 79 personalidades: desde premios nacionales (Sol Serrano, Iván Jaksic, José Rodríguez Elizondo) y escritores (Mauricio Electorat, Carlos Franz) hasta economistas y políticos ligados sobre todo con la ex-Concertación.

Conocido el contenido del manifiesto, entre esa noche y el día siguiente (cuando el resto de los medios divulgó la misma noticia), más de 30 nuevas figuras de similar perfil suscribieron la iniciativa. Entre los nuevos firmantes aparecen la presidenta del Senado, Ximena Rincón, mientras que en la categoría de adherentes figuran exministros de Vamos por Chile como Patricia Matte y Jaime Mañalich, comentaron los organizadores del grupo a PAUTA. También abrieron una petición en Change.org, que el viernes en la mañana tenía 600 y el sábado hasta las 20 horas sumaba más de 5.000 solicitudes de adhesión.

Las primeras epístolas

Los cuestionamientos del conductor de Desde el Jardín, de Radio PAUTA, contra la violencia partieron poco después del Estallido Social. La primera de sus columnas escritas para este medio, conocidas como Cartas de Cristián Warnken, la tituló “Carta abierta al año 2020“. Publicada el 31 de diciembre de ese año, decía:

Permíteme que te extirpe la intolerancia que nos tocó vivir en el mundo y en nuestro país este año. No extirpo ni el legítimo deseo de cambio social y político, ni tampoco la desobediencia pacífica a veces necesaria (la de ThoreauGandhiMandela), el anhelo profundo de un nuevo comienzo que late en el alma de mi país, pero sí quiero sacarte la espina de la intolerancia, el veneno que termina muchas veces por alienar a los líderes y a los multitudes, y que degrada esa ‘jerga del tambor’ que el joven poeta Rimbaud escuchaba sonar en la Comuna de París y la transforma en jerga del patíbulo, la funa, la hoguera.

Hubo otras columnas epistolares en que el intelectual ahondó en sus reflexiones.

En “Carta a mi bella ciudad envenenada“, el poeta planteaba:

No sacaremos nada con crear una nueva Constitución si no fundamos una nueva ciudad, que recoja la historia, los mitos, que reúna los fragmentos para que seas un crisol vivo y no un laberinto donde extraviarse. Donde sus habitantes no sean extranjeros expulsados de su centro a periferias secuestradas por el bandidaje nihilista.

¿Quién mató el Squadritto?“, se preguntó en otra epístola en PAUTA. Se refería al cierre del emblemático restaurante en el Barrio Lastarria:

¿Quién mató el Squadritto? ¿Sólo esta pandemia global? Algunos les endosarán toda la culpa a los chinos. Pero hay que decirlo con todas sus letras, aunque las furias nos funen: también el “estallido social” mató a nuestros lugares sagrados. Las multitudes manifestantes que traían por un lado el Eros de un nuevo despertar jubiloso y lleno de esperanza fueron muchas veces escoltadas por batallones tanáticos que martirizaron un barrio axial de la ciudad –un axis mundis– sin piedad ni medida. Era Tanatos, la contracara del Eros manifestante.

En “Carta a un amigo liberal“, comentó en abril:

En Chile, estamos rodeados de “iluminados” de izquierda y derecha. Según Harari –el autor de Homo Deus–, cada vez que uno se encuentre con alguien que dice tener la verdad a mano, hay que huir lejos de él. El problema es ¿huir hacia dónde?, porque parecemos rodeados por los rígidos y dogmáticos.

Con los meses se agregaron otros textos, como cartas a “la clase política chilena“, a “Humberto Maturana” y a “un elector chileno“. En “Carta a un amigo socialista“, Warnken lamentaba el episodio que terminó con el PS excluido de las primarias entre el Frente Amplio y el Partido Comunista en que se enfrentaron Gabriel Boric y Daniel Jadue.

El cerco se va corriendo. Vieja práctica de chantaje emocional más antigua que el hilo negro. ¿Te acuerdas del “renegado” Karl Kautsky? ¡Cómo lo insultó Lenin! Los leninistas y estalinistas rusos, antes de aniquilar físicamente el enemigo, primero lo encerraban en un adjetivo denostador. 

Jadue se ha ido convirtiendo de a poco en una suerte de comisario de una izquierda radical ensoberbecida por los buenos resultados de esta elección, una izquierda empoderada, donde no cabe la duda y solo abundan las convicciones.

Las misivas políticas más recientes

En julio comenzó el trabajo de la Convención Constitucional. Cristián Warnken declaró apostar por la “esperanza” al respecto, pero que no fuera ni “ilusoria ni cándida”. En su columna “Carta a los convencionales constituyentes“, les dijo que el Golpe de Estado de 1973 “dio paso a una revolución, una revolución que quería borrar el pasado para empezar todo de nuevo. Pero las transformaciones traumáticas que no se reconcilian con el pasado y no recogen de este lo positivo que haya que incorporar, terminan en algún momento fallando o desmoronándose”. Luego advertía:

La grabación de las instrucciones que Pinochet daba previo al bombardeo de La Moneda, nos hace escuchar nítida la voz del resentimiento que entonces estalló y tomó las armas. Y ese resentimiento salía desde el fondo de nuestro pozo. Muchos de los derrotados de ayer vuelven a cobrar venganza ahora, y hay voces y griteríos en los que vuelve a escucharse la vibración del resentimiento (esta vez de signo opuesto). Ellos vienen a “devolver los venablos contra el Dios vencedor”, como decía Nerval. Por eso sería un error descomunal y catastrófico que, con esta Constitución, se hiciera lo mismo pero al revés, esta vez queriendo arrasar, borrar del mapa todo indicio de “neoliberalismo”, refundando el país hasta en sus más profundos cimientos […]. Esta Constitución no debe ser pensada para borrar el pasado, sino para señalar una hoja de ruta para el futuro. No puede surgir del sentimiento de venganza, sino de un genuino espíritu de creación. O nacerá muerta.

Un mes después, en “Carta a un amigo constituyente“, criticaba a los partidos “leninistas” (UDI y PC), y en general observaba con apertura la llegada de nuevas ideas. Proponía abrir las sesiones con obras de poetas mapuches y chilenos. Y si bien mantenía su precaución sobre algún “delirio derridadiano”, decía:

Es de esperar que superada la asfixia y control que tienden a imponer los leninistas de izquierda o derecha, en la Convención comience a respirar el Chile del futuro, menos parecido a una utopía que a una república equilibrada, sin desmesuras de ningún tipo […] El mundo que se viene (con cambio climático, pandemias, desorden geopolítico global, etc) es tan complejo que los países no pueden perder tiempo en rencillas decimonónicas de una época que ya terminó. Necesitamos cambiar nuestras cajas de herramientas y trabajar en las nuevas preguntas y liberarnos de la lealtad a respuestas -a estas alturas- muertas.

A sus cuestionamientos a políticas de la identidad (“Carta a mi querido Negro“) y a las amenazas contra la chilenidad (“Carta a un chileno desconocido“) se unieron a sus llamados a los postulantes a La Moneda (“Carta a los candidatos a la Presidencia de la República“), a los electores (“Carta a un votante misterioso” y “Carta a un chileno o chilena indecisos“) y a dos parlamentarios de centroizquierda que mantuvieron sus principios pese a las críticas (“Carta a Carolina Goic y Pepe Auth“), entre otros.

Hubo, en septiembre de 2021, una columna de tono sarcástico, casi una sátira, basada en un divertimento protagonizado por Warnken y algunos amigos. Se llamaban “Los inútiles”. Esa “cofradía”, sin embargo, se resquebrajó tras los acontecimientos del Estallido Social. De ese modo, para recuperar la unidad, el propio Warnken lanzó una propuesta: crear un partido.

Éramos “Los inútiles”: todos los jueves –desde hace años– nos juntábamos religiosamente, un día de la semana, a hablar de temas completamente inútiles: una novela de un autor tan olvidado como Huysmans, una frase de Heráclito (leída y traducida desde el original griego por nuestro amigo Horacio), el análisis de una décima de algún payador legendario. Comíamos muy bien, como sibaritas, fieles al espíritu de otro grupo también de amigos, que en décadas pasadas fundaron el original grupo “los inútiles” (casi todos ellos han muerto) del que nosotros tomamos la posta y copiamos el nombre.

[…] A nosotros nos tocó el “estallido social”, que junto con ser un acontecimiento callejero , también fue un “estallido anímico”. Lo vimos en nuestro grupo: algunos de radicalizaron hacia un extremo u otro, y nos dimos cuenta que –en medio de una conversación sobre un terceto de un soneto de Luis de Góngora– subíamos la voz, cuando la “actualidad” inevitablemente veía a infiltrarse en nuestra mesa. Fue entonces cuando tomamos la decisión de buscar una salida a esa tensión que podía a la larga poner en peligro nuestra entrañable cofradía. Fui yo el de la idea de –como un juego terapéutico– fundar un partido, imaginario por supuesto. (Aunque hoy día los partidos y candidatos imaginarios están de moda). En nuestra mesa había optimistas radicales sobre la deriva del país posestallido (los llamé los “refundacionales jubilosos”) y pesimistas irredimibles (los llamé “apocalípticos”). Propuse: creemos el Partido Optimista Moderado (POM), en que podamos caber todos. Todos ustedes se rieron, pero aplaudieron la iniciativa. Si habíamos creado un grupo llamado “los inútiles”, ¿por qué no podíamos crear un Partido Optimista Moderado?

Las dos cartas amarillas

Las elecciones de primera vuelta presidencial impulsaron a Warnken a otra dirección. Gabriel Boric y José Antonio Kast representaban los polos de la oferta programática, motivo por el cual Warnken observó cómo ambos, pero especialmente la coalición de izquierda, comenzó a prometer cambios graduales.

Así nació la primera de sus cartas amarillas.

En “Carta amarilla a mis hijos“, un texto publicado el 27 de noviembre del 2021, donde el poeta reveló por primera vez en público un incidente que sufrió en una calle cuando, mientras estaba con su familia, unos jóvenes lo insultaron por sus opiniones.

“Miren, ahí va el amarillo, el vendido a los fachos (sic)”, le gritaron en aquella ocasión mientras caminaba con sus hijos en una ciudad costera. Más de un año necesitó el intelectual para responder la pregunta que sus hijos le hicieron: “Papá, ¿qué significa ser amarillo?”:

Hoy puedo decirlo en voz alta, con orgullo, sin complejos y con menos miedo que esa vez que nos interpelaron en plena calle. Ser amarillo es tener hondas convicciones democráticas, creer en el Estado de Derecho, en el diálogo, en los acuerdos, en las reformas graduales y bien hechas, en el respeto genuino a la diversidad de pensar.

[…] Por eso, hoy grito alto y fuerte: “¡Amarillos del mundo, uníos!” Los cobardes que ayer callaron, ahora sacan la voz; los oportunistas que avalaron la violencia o fueron ambiguos ante ella, se le declaran contrarios. Recibamos con los brazos abiertos a los miles de amarillos que están apareciendo por todas partes. Mira, ahí hay uno que me funó en las redes sociales, y ahora es amarillo. ¡Bienvenido! Y ese otro que le dio piso teórico a la violencia, también se puso amarillo. ¡Bienvenido!  Y mira, hasta ese político comunista está haciendo ahora declaraciones amarillas: ¡Bienvenido, rabanito, de vuelta a casa, te recibimos con los brazos abiertos!

Antes, el exdirector de The Clinic y actual constituyente, Patricio Fernández, también se había definido como “amarillo”. Lo publicó en un editorial de julio de 2018, cuando en Chile no había ni Estallido Social ni Convención Constitucional.

La carta de Cristián Warnken a sus hijos recibió numerosas respuestas en público y en privado. Se viralizó en redes sociales, pero sobre en los más diversos grupos de WhatsApp. Y él mismo diría después que fue gracias a los “amarillos” que los candidatos presidenciales moderaron sus propuestas para conquistar nuevos votos en la segunda vuelta presidencial, que a la postre ganó Boric.

Sin embargo, en enero las propuestas y los debates que surgían desde la Convención Constitucional adquirían cada vez formas más definitivas. Y fue entonces cuando el primer atisbo del futuro movimientos Amarillos por Chile tomó cuerpo.

La columna sabatina en PAUTA fue un llamado claro. 

Era “Carta a todas las bases amarillas del país“, Warnken señalaba que era prudente y necesario decretar un “estado de alerta amarilla”.

“Alerta democrática y republicana. Alerta en su grado máximo”, señala.

Pasó la hora de empatizar con el aluvión de demandas, anhelos, sueños que este proceso ha despertado, todos muy legítimos pero que, si no son procesados y ordenados, pueden transformarse en un temporal de expectativas. Es la hora de la política, de la razón, de dejar de ser desbordados por las emociones primarias, de elaborar esas emociones (no negarlas), de darles un cauce constructivo, de dejar de ser niños o adolescentes con “pataleta”, rabia o pena, y comportarnos como adultos en esta hora histórica.

Todo esto quedó enmarcado en el proceso constituyente que vive el país y a raíz del cual el poeta y profesor de castellano llama a calmar las aguas para ver el panorama.

Nos parece que ya pasó la hora de la “catarsis” de la primera etapa de la Convención y en la que los distintos representantes de identidades y minorías varias necesitaban decir “existimos” y “necesitamos ser vistos y reconocidos”. Esa etapa se cumplió a cabalidad y nadie puede decir que aquellos que antes estuvieron “invisibilizados” por mucho tiempo por la élite no lograron un espacio de representación y exposición que era necesario para empujar la necesaria diversificación y mejorar las falencias de representación que nuestra democracia un poco gastada ya estaba mostrando.

Pero hoy estamos en otra etapa: ahora cada grupo, colectivo, minoría, etc. deberán sentarse frente a frente a conversar de verdad, a escuchar al otro en cuanto “legítimamente otro” (como decía Maturana), salir del narcisismo identitario y empezar a negociar, acordar, construir (o reconstruir) un pacto social que nos permita avanzar como sociedad y no quedar pegados en rencores, ajustes de cuentas y revanchismos del pasado.

Cerca del cierre, Warnken expone un punto sensible, sobre todo entre quienes votaron Apruebo en el Plebiscito de Entrada en 2020:

El Rechazo del Plebiscito de Salida si el texto presentado es un engendro o un imbunche –entonces– será antes que nada amarillo. Es de esperar, por supuesto, que no lleguemos a ese fatídico escenario.

Para que eso no ocurra –porque no queremos que ocurra– es porque declaramos la Alerta Amarilla en todo el país.

El movimiento

Tras las reacciones que generó el lanzamiento de su “colectivo”, como también lo ha llamado, Cristián Warnken apuntó directamente al propósito de su propuesta.

“Dijimos: ‘pasemos a la acción, tratemos de proponer algo’. [Amarillos por Chile] es una especie de colectivo, bastante espontáneo, de gente muy libre. Yo soy muy libre […] Esto no va a constituirse en un movimiento populista de centroizquierda”, comentó el viernes en Radio PAUTA.

Aclaró: “Yo no tengo ninguna intención de crear ni un partido ni aspirar a un cargo de poder. Esto es un colectivo que para mí, por lo menos, cumplirá una función en esta etapa”.

“Si esta es una Constitución amarilla, evidentemente que estaremos muy contentos y vamos a aprobarla con mucho entusiasmo”, agregó, “pero creo que estamos lejos de llegar a ese color amarillo”.