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Y no hubo luna de miel

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Agencia Uno
POR Andres Sepúlveda |

Los tres ministros ‘amigos’ del Presidente Boric -Siches, Jackson y Vallejo- son los más conocidos del gabinete, pero también los que reciben las críticas más severas.

El Gobierno de Gabriel Boric cumple su primer mes al frente del país. Lo primero que hay que destacar es que no hubo luna de miel. Eso de los 100 días de gracia que se concedía a los gobiernos nuevos ha dejado de existir. En Chile, al menos, los problemas son tan acuciantes y se acumulan con tal rapidez, que la picadora de carne de la actualidad empieza a operar apenas juran el presidente y sus ministros.

También es verdad que los 100 días de gracia han desaparecido debido al anómalo interregno que se produce entre la elección del presidente y el Congreso y su toma de posesión efectiva. La constitución del nuevo Congreso se produjo 110 días después de su elección. Esta singularidad, que merecería un estudio más detallado, probablemente desaparezca con los cambios constitucionales en marcha.

Los datos objetivos (ver la encuesta N°430 de Plaza Pública Cadem) indican que la desaprobación del presidente Boric ha crecido aceleradamente, pasando del 20% al 41%, duplicándose en un mes, mientras que la aprobación ha bajado del 50% al 45%. Entre las razones que impulsan la desafección están la delincuencia y el orden público, la gestión del conflicto en la Araucanía, su oposición a los retiros previsionales, la inflación y el proyecto de indulto a los crímenes del estallido.     

La persona que ha concentrado la atención política y mediática en este primer mes del gobierno Boric ha sido la ministra del Interior, Izkia Siches. Figura clave en la campaña de la segunda vuelta, la expresidenta del Colegio Médico empezó con mal pie -su comitiva fue tiroteada en la Araucanía- y acabó peor, acusando falsamente a sus predecesores ante el Congreso y viéndose obligada a rectificar por segunda vez en pocos días (antes lo había hecho por molestar a algunos políticos argentinos por usar el término ‘Wallmapu’).

Congreso inflamado

Los errores de Siches han hecho que el socialista Manuel Monsalve, el subsecretario del Interior, se haya transformado en un personaje relevante desde el principio. De hecho, probablemente sea el único subsecretario que pueda figurar ahora mismo entre los políticos más conocidos.

Monsalve tuvo que ir al Congreso para conseguir la extensión del estado de excepción en el norte del país, en una gestión que fue criticada por los parlamentarios que no entendían la premura. El Poder Legislativo es un órgano sensible. El hecho de que sea nuevo no significa que no esté inflamado. Al contrario, la instalación es un momento delicado porque se produce la transición desde el escenario competitivo electoral a uno colaborativo parlamentario, y el Ejecutivo haría bien en aplicar antiácidos.

El ministro de la Secretaría General de la Presidencia, Giorgio Jackson, ya se encontró con malas caras en sus primeras incursiones y se llevó algún mordisco. No está acreditado que Jackson tenga el control de la relación entre La Moneda y el Congreso.

También hay comentarios críticos sobre el desempeño de Camila Vallejo en su función de ministra portavoz. Se cuestiona que no haya sido capaz de convertirse en el centro de la comunicación del Gobierno. Vallejo, que según las encuestas es la ministra más conocida, cumple, pero no emociona. La función de portavoz es ser el centro de mesa de la comunicación oficial, el pararrayos de los problemas del gobierno (no sólo de los del presidente) y el azote de la oposición. Con un Congreso con tendencia al protagonismo, no es fácil azotar a la oposición sin que le caiga un palo a algún aliado imprescindible, por eso la portavocía también es un puesto que debe repartir premios y castigos con mirada política. Paula Narváez cumplió este papel en la última etapa de Michelle Bachelet II con gran criterio y eficacia.

El pasado populista

Por último, hay dos ministros – el de Hacienda, Mario Marcel, y el de Educación, Marco Antonio Ávila– que tienen una alta valoración y que se han destacado en los primeros 30 días de Gobierno por romper con dos de las actitudes populistas que miembros de la coalición gobernante alentaron en el pasado: los retiros previsionales y la negativa a retornar a las clases presenciales. Marcel ha tenido que acelerar la presentación del plan ‘Chile Apoya’, que aún tiene muchos flecos sin cerrar, para neutralizar la discusión del quinto retiro. Ávila, en cambio, ha tenido que promover el retorno a clases presenciales y es el que ha formulado la autocrítica más rotunda respecto de las actitudes populistas que su sector abonó en la pandemia. 

Los ministros Siches, Jackson y Vallejo, que están entre los más conocidos del gabinete, no sólo están situados políticamente cerca del presidente Boric, también forman parte del grupo de personas con las que el mandatario tiene un vínculo emocional. Ese es un factor que hay que tener en cuenta y que explica que Siches haya sido excusada tan rápidamente por sus errores.

El presidente admitió que han existido “turbulencias” en el despegue de su gobierno. La portavoz Vallejo dijo que se han adoptado tres líneas de actuación para subsanar los problemas de instalación: reforzar los equipos, cuidar más las intervenciones y fortalecer la cohesión y el trabajo en equipo. Esto significa que Siches -y otros ministros que cometan errores- tendrán que aceptar que en sus equipos se produzca un mestizaje con otras miradas, que tendrán que extremar la prudencia en sus contactos con la prensa y que se deben terminar las filtraciones y críticas interesadas para ‘mover el piso’ a los que ostentan cuotas de poder (así se traduce “cohesión y trabajo”).

Nadie esperaba que la imprudencia de Siches le fuera a costar el cargo. Probablemente, parte de sus errores hayan sido propiciados por el mismo Boric, que tendrá que estar mucho más encima de su jefa de gabinete y hablar más con ella. Lo ocurrido con Siches recuerda a lo que sucedió en los primeros 100 días de gobierno de Ricardo Lagos, cuando éste conminó a su ministra de Salud a acabar con las listas de espera médicas. La ministra no cumplió y Lagos la perdonó, asumiendo parte de los errores en vez de acabar con su carrera política. El paralelismo no es exacto, pero lo importante es que esa ministra era Michelle Bachelet.

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